La sexualidad está llena de mitos y concepciones erróneas que afectan a nuestra vivencia sexual y de pareja. Seguimos viviendo la sexualidad a través de estos prejuicios y estereotipos que mantenemos con el paso del tiempo. Las fantasías sexuales permiten que nos dejemos llevar por nuestros pensamientos eróticos. De esta forma fusionamos mente, emociones y respuestas corporales que nos facilitan experimentar de forma placentera, y en la intimidad, nuestra sexualidad.
En la actualidad, todavía es frecuente (en las mujeres sobretodo) sentir vergüenza por expresar nuestra sexualidad, ya sea a través de la masturbación o de las fantasías sexuales.
Muchas personas continúan pensando que las fantasías sexuales pueden considerarse una infidelidad, ya que ven este acto como una amenaza a la pareja, como un síntoma de que algo va mal. Esta concepción que tenemos sobre las fantasías sexuales no tiene porque ser cierta. No debemos relacionar insatisfacción con masturbación o fantasías sexuales, de hecho, las fantasías sexuales son una forma de potenciar el deseo, explorarse y conocerse para mejorar nuestra sexualidad.
No hay que olvidar que el cerebro es el órgano sexual más importante. Aunque estos pensamientos suelen expresar deseos internos o curiosidades, no significa que siempre queramos llevar a cabo nuestras fantasías a la realidad. Podemos potenciar nuestro deseo y alimentar nuestra autoestimulación a través de pensamientos que nos provoquen una respuesta sexual, pero sólo y exclusivamente en nuestra mente. Es decir, que nuestra imaginación utilice ciertas imágenes y deseos exclusivos del plano de la ficción para estimularse, sin que ello conlleve un deseo explícito de realizar esas acciones con nuestra pareja o en la realidad.
Por ello, a veces podemos confundir la fantasía con los deseos reales y experimentar culpa hacia nosotros mismos o nuestras parejas. Si fantaseamos con otra persona o personas que no sean nuestra pareja, no significa que queramos engañarlo, sustituirlo o que la relación se esté deteriorando. Es importante diferenciar la fantasía de la realidad y darnos cuenta, que al igual que la masturbación que se alimenta de las fantasías, en muchas ocasiones, nuestros pensamientos no son una amenaza hacia nuestra fidelidad o compromiso. Del mismo modo, fantasear con actitudes o acciones que podemos repudiar en la realidad, no significa que queramos llevarlas a cabo o que nos ocurran, como es el caso de fantasear con una agresión.
Las fantasías no son ni buenas, ni malas. No nos hacen culpables de los hechos con los fantaseamos, no admiten juicio moral, ni debemos juzgarlas. Lo que se deben juzgar son las acciones que impliquen nuestro propio malestar o el de los demás.
Podemos resumir y describir las fantasías como el mejor lubricante para alimentar nuestros deseos y acompañar nuestro autoconocimiento y placer. Simplemente eso, la importancia y significado que les demos debe depender solo y exclusivamente si queremos llevar a cabo alguna, que puede haberlas, y esas suelen ser más acordes con nuestra realidad o suponer un cambio que nos sume en las relaciones sexuales del plano real.
Laura Mondejar. Psicóloga y sexóloga.